viernes, 24 de abril de 2020

Cruzaron el río Paraná a caballo por la histórica bajante

No es el desierto, es el Paraná: cruzaron el río a caballo por la histórica bajante

El miércoles la bajante tocó los 0,4 metros, el nivel más bajo en los últimos 49 años.


En las últimas horas circularon estremecedoras imágenes del río Paraná complemente desagotado. Por la histórica bajante, el agua brilla por su ausencia a la altura de El Pimpollal, en la provincia de Entre Ríos, en la zona conocida como Paraná viejo.
Habitantes de la zona aprovecharon el fenómeno para cruzar el río a caballo, con tomas aéreas de un dron que retrataban la escena como si se tratara de una película de vaqueros en el desierto.
La sequía sigue siendo materia de preocupación y no queda al margen en un contexto de pandemia. El miércoles la bajante tocó los 0,4 metros, el nivel más bajo en los últimos 49 años
Ante esta situación van en aumento los inconvenientes en tareas logísticas de puertos de la región. La baja continúa desde mediados de marzo en la cuenca del río Paraná y el fenómeno no parece ir en mejora.

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Coronavirus, agronegocios y estado de excepción



"La verdadera fábrica sistemática de nuevos virus y bacterias que se transmiten a humanos es la cría industrial de animales, principalmente aves, cerdos y vacas. Más de 70 por ciento de antibióticos a escala global se usan para engorde o prevención de infecciones en animales no enfermos, lo cual ha producido un gravísimo problema de resistencia a los antibióticos, también para los humanos. La OMS llamó desde 2017 a que las industrias agropecuaria, piscicultora y alimentaria dejen de utilizar sistemáticamente antibióticos para estimular el crecimiento de animales sanos. A este caldo las grandes corporaciones agropecuarias y alimentarias le agregan dosis regulares de antivirales y pesticidas dentro de las mismas instalaciones."
Por Silvia Ribeiro 2 marzo 2020
Mucho se dice sobre el coronavirus Covid-19, y sin embargo muy poco. Hay aspectos fundamentales que permanecen en la sombra. Quiero nombrar algunos de éstos, distintos pero complementarios. El primero se refiere al perverso mecanismo del capitalismo de ocultar las verdaderas causas de los problemas para no hacer nada sobre ellas, porque afecta sus intereses, pero sí hacer negocios con la aparente cura de los síntomas. Mientras tanto, los estados gastan enormes recursos públicos en medidas de prevención, contención y tratamiento, que tampoco actúan sobre las causas, por lo que esta forma de enfrentar los problemas se transforma en negocio cautivo para las transnacionales, por ejemplo, con vacunas y medicamentos.
La referencia dominante a virus y bacterias es como si éstos fueran exclusivamente organismos nocivos que deben ser eliminados. Prima un enfoque de guerra, como en tantos otros aspectos de la relación del capitalismo con la naturaleza. Sin embargo, por su capacidad de saltar entre especies, virus y bacterias son parte fundamental de la coevolución y adaptación de los seres vivos, así como de sus equilibrios con el ambiente y de su salud, incluyendo a los humanos.
El Covid-19, que ahora ocupa titulares mundiales, es una cepa de la familia de los coronavirus, que provocan enfermedades respiratorias generalmente leves pero que pueden ser graves para un muy pequeño porcentaje de los afectados debido a su vulnerabilidad. Otras cepas de coronavirus causaron el síndrome respiratorio agudo severo (SARS, por sus siglas en inglés), considerado epidemia en Asia en 2003 pero desaparecido desde 2004, y el síndrome respiratorio agudo de Oriente Medio (MERS), prácticamente desaparecido. Al igual que el Covid-19, son virus que pueden estar presentes en animales y humanos, y como sucede con todos los virus, los organismos afectados tienden a desarrollar resistencia, lo cual genera, a su vez, que el virus mute nuevamente.
Hay consenso científico en que el origen de este nuevo virus –al igual que todos los que se han declarado o amenazado ser declarados como pandemia en años recientes, incluyendo la gripe aviar y la gripe porcina que se originó en México– es zoonótico. Es decir, proviene de animales y luego muta, afectando a humanos. En el caso de Covid-19 y SARS se presume que provino de murciélagos. Aunque se culpa al consumo de éstos en mercados asiáticos, en realidad el consumo de animales silvestres en forma tradicional y local no es el problema. El factor fundamental es la destrucción de los hábitats de las especies silvestres y la invasión de éstos por asentamientos urbanos y/o expansión de la agropecuaria industrial, con lo cual se crean situaciones propias para la mutación acelerada de los virus.
La verdadera fábrica sistemática de nuevos virus y bacterias que se transmiten a humanos es la cría industrial de animales, principalmente aves, cerdos y vacas. Más de 70 por ciento de antibióticos a escala global se usan para engorde o prevención de infecciones en animales no enfermos, lo cual ha producido un gravísimo problema de resistencia a los antibióticos, también para los humanos. La OMS llamó desde 2017 a que las industrias agropecuaria, piscicultora y alimentaria dejen de utilizar sistemáticamente antibióticos para estimular el crecimiento de animales sanos. A este caldo las grandes corporaciones agropecuarias y alimentarias le agregan dosis regulares de antivirales y pesticidas dentro de las mismas instalaciones.
No obstante, es más fácil y conveniente señalar unos cuantos murciélagos o civetas –a los que seguramente se ha destruido su hábitat natural– que cuestionar estas fábricas de enfermedades humanas y animales.
La amenaza de pandemia es también selectiva. Todas las enfermedades que se han considerado epidemias en las dos décadas recientes, incluso el Covid-19, han producido mucho menos muertos que enfermedades comunes, como la gripe –de la cual, según la OMS, mueren hasta 650 mil personas por año globalmente. No obstante, estas nuevas epidemias motivan medidas extremas de vigilancia y control.
Tal como plantea el filósofo italiano Giorgio Agamben, se afirma así la tendencia creciente a utilizar el estado de excepción como paradigma normal de gobierno.
Refiriéndose al caso del Covid-19 en Italia, Agamben señala que “el decreto-ley aprobado inmediatamente por el gobierno, por razones de salud y seguridad pública, da lugar a una verdadera militarización de los municipios y zonas en que se desconoce la fuente de transmisión, fórmula tan vaga que permite extender el estado excepción a todas la regiones. A esto, agrega Agamben, se suma el estado de miedo que se ha extendido en los últimos años en las conciencias de los individuos y que se traduce en una necesidad de estados de pánico colectivo, a los que la epidemia vuelve a ofrecer el pretexto ideal. Así, en un círculo vicioso perverso, la limitación de la libertad impuesta por los gobiernos es aceptada en nombre de un deseo de seguridad que ha sido inducido por los mismos gobiernos que ahora intervienen para satisfacerla ( https://tinyurl.com/s5pua93).
Fuente: La Jornada

CORONAVIRUS David Quammen:"En algún momento habrá una corrección”

David Quammen: “Somos más abundantes que cualquier otro gran animal. En algún momento habrá una corrección”
Entrevista con el divulgador científico, autor de ‘Contagio’, libro de referencia para entender el coronavirus
EL PAIS- París - 19 ABR 2020 
Son las cinco de la tarde en Bozeman, pequeña ciudad de Montana (Estados Unidos), donde los espacios son vastos y el distanciamiento social no necesita imponerse a la fuerza, porque forma parte del paisaje desde tiempo inmemorial.
David Quammen, de 72 años, cultiva su jardín cuando suena el teléfono. “Paseamos al perro por el barrio, saludo a los vecinos desde la otra acera y en tres semanas no he estado más cerca de seis pies [dos metros] de otra persona, aparte de mi esposa”, dice a EL PAÍS este veterano reportero y divulgador científico que hace años recorrió los cuatro rincones del planeta persiguiendo a los virus zoonóticos, es decir, que saltan de los animales a los humanos.
El resultado fue Spillover. Animal infections and the next human pandemic (Contagio, en la traducción española que la editorial Debate publica el 23 de abril en ebook y el 14 de mayo en papel). El libro fascina y espanta. Por lo que cuenta: el mundo de las infecciones de origen animal. Y por lo que predice: una pandemia humana muy parecida a la del virus que causa la covid-19. Ahora es una de las obras de referencia para entender el ente microscópico que ha paralizado al mundo.
Pregunta. ¿Le sorprende lo que está ocurriendo?
Respuesta. En absoluto. Todo —el virus procedente de un murciélago que después pasa a los humanos, la conexión con un mercado en China, el hecho de que se trate de un coronavirus— era predecible. Es lo que los expertos a los que entrevisté para mi libro me decían.
P. ¿Nada le sorprende?
R. Sí, la falta de preparación de los Gobiernos y los sistemas sanitarios públicos para afrontar un virus como este. Me sorprende y me decepciona. La ciencia sabía que iba a ocurrir. Los Gobiernos sabían que podía ocurrir, pero no se molestaron en prepararse.
P. ¿Por qué?
R. Los avisos decían: podría pasar el año próximo, en tres años, o en ocho. Los políticos se decían: no gastaré el dinero por algo que quizá no ocurra bajo mi mandato. Este es el motivo por el que no se gastó dinero en más camas de hospital, en unidades de cuidados intensivos, en respiradores, en máscaras, en guantes.
P. Sin esta falta de preparación, ¿no estaríamos todos confinados?
R. En efecto. La ciencia y la tecnología adecuada para afrontar el virus existe. Pero no había voluntad política y, por tanto, el dinero, y la coordinación entre Gobiernos locales y nacionales, y entre Gobiernos en el mundo. Tampoco hay voluntad para combatir el cambio climático. La diferencia entre esto y el cambio climático es que esto está matando más rápido.
P. ¿Por qué el murciélago se vincula al origen de tantos virus, desde el SARS hasta el ébola, y también el SARS-CoV-2?
R. Los murciélagos parecen sobrerrepresentados como anfitriones naturales de estos virus peligrosos. Por varios motivos. Primero, están sobrerrepresentados en la diversidad de los mamíferos. Una de cada cuatro especies de mamíferos es una especie de murciélago.
P. ¿Esto significa que hay muchos murciélagos?
R. No es simplemente que haya muchos en cuanto al número, sino que hay una gran diversidad de murciélagos. Y es posible que cada diferente especie de murciélago tenga sus propias especies de virus. Esta diversidad de especies ofrece un margen amplio para la diversidad de virus.
P. ¿Qué otros motivos explican que los murciélagos sean el origen de tantos virus?
R. Los murciélagos viven mucho. Uno del tamaño de un ratón puede vivir 18 o 20 años. Un ratón vive uno o dos años. Los murciélagos anidan juntos en colonias multitudinarias. He visto 60.000 en una cueva, todos apretujados. La longevidad y la masificación son circunstancias óptimas para que los virus pasen sin cesar de un individuo a otro. Y otra cosa: hay pruebas ahora, aunque no es seguro, que indican que los murciélagos tienen sistemas de inmunidad que han evolucionado para ser más hospitalarios ante cuerpos ajenos.
P. Y cada vez están más cerca de zonas urbanas, ¿no?
R. Así es. En particular los grandes murciélagos de los trópicos y subtrópicos. Estamos destruyendo sus hábitats y ellos buscan comida en áreas humanas donde haya huertos y árboles frutales en los parques. Todo esto les acerca a los humanos, lo que, a través de sus heces y su orina, aumenta las posibilidades de que los virus se extiendan directamente o a través de los animales domésticos.
P. ¿Debemos temer a los murciélagos?
R. No, no. Son animales bellos, magníficos, necesarios para la integridad de los ecosistemas. La solución no es quitarnos a los murciélagos de encima sino dejarlos en paz.
P. ¿Cómo?
R. Esta pandemia es una oportunidad terrible para educar, para entender nuestra relación con el mundo natural.
P. ¿Somos responsables los humanos de lo que está ocurriendo?
R. Sin duda. Todos los humanos, todas nuestras decisiones: lo que comemos, la ropa que vestimos, los productos electrónicos que poseemos, los hijos que queramos tener, cuánto viajamos, cuánta energía quemamos. Todas estas decisiones suponen una presión al mundo natural. Y estas demandas al mundo natural tienden a acercar a nosotros a los virus que viven en animales salvajes.
P. ¿Es la revancha de la naturaleza?
R. No lo diría así, porque soy un materialista darwiniano. No personalizo la naturaleza. No creo en una naturaleza con N mayúscula capaz de revancha ni de emociones. Los humanos somos más abundantes que cualquier otro gran animal en la historia de la Tierra. Y esto representa una forma de desequilibrio ecológico que no puede continuar para siempre. En algún momento habrá una corrección natural. Les ocurre a muchas especies: cuando son demasiado abundantes para los ecosistemas, les ocurre algo. Se quedan sin comida, o nuevos depredadores evolucionan para devorarles, o pandemias virales las derrumban. Pandemias virales interrumpen, por ejemplo, explosiones de población de insectos que parasitan árboles. Ahí hay una analogía con los humanos.
P. ¿Somos como estos insectos?
R. No. Somos mucho más inteligentes que los insectos de la selva. Debemos ser capaces de ver lo que se nos viene encima y transformar el choque en un reajuste de nuestra manera de vivir en este planeta.
P. “Ofrecemos más oportunidades que nunca a los virus”, escribe usted.
R. Porque somos más y porque estamos más conectados entre nosotros. Cuando entramos en la selva y capturamos a un animal salvaje —un roedor, un murciélago, un pangolín, un chimpancé—, y este animal tiene un virus, y este virus salta hacia nosotros, y descubre que en nuestro interior puede replicarse, y que puede transmitirse de un humano a otro… Cuando ha ocurrido todo esto, a este virus le ha tocado el Gordo. Se ha metido por una puerta que le ofrece una enorme oportunidad. Porque somos 7.700 millones de anfitriones potenciales para ellos y porque estamos hiperconectados: la peste bubónica mató quizá a un tercio de la población europea, pero en el siglo XIV no podía pasar a Norteamérica ni a Australia. El virus que causa la covid-19 es uno de los virus de más éxito del planeta, junto a la cepa pandémica del VIH. Y nosotros le hemos invitado a tener tanto éxito.
P. ¿Qué ha aprendido en los últimos tres meses sobre los virus?
R. Algo que me sorprende es que, hasta ahora, este virus no está evolucionando demasiado rápido. Algunos científicos, como Trevor Bedford en Seattle, han tomado muestras de varias personas en diversos momentos y en distintas partes del mundo, y han dibujado un árbol genealógico del virus. Han descubierto que los genomas del virus no varían mucho en el espacio y el tiempo. El virus no cambia porque no necesita hacerlo. Está teniendo tanto éxito —yendo de un humano a otro, en todos los países del planeta— que, desde el punto de vista de la evolución, no está sometido a ninguna presión para cambiar: ya le va bien siendo como es.
P. ¿Durante cuánto tiempo puede tener tanto éxito?
R. Hasta que tengamos una vacuna. En este momento, es posible que intente evolucionar. No es que lo intente en realidad, porque no tiene intención, solo es un virus. Pero por selección natural es posible que, accidentalmente, encuentre maneras de esquivar la vacuna. Y entonces empezará la carrera para encontrar vacunas mejores y nuevas. Pero es lo que ya hacemos con la gripe: necesitamos una vacuna nueva cada año porque cambia constantemente.
P. Mientras tanto, ¿el distanciamiento social y el confinamiento tienen un efecto en el virus?
R. Sí. Al confinarnos, le retiramos una oportunidad de extenderse de manera tan amplia e intensa como ha hecho hasta ahora. Una manera de pensar en pandemias es la siguiente. En toda población de víctimas potenciales, hay personas susceptibles al virus. Hay personas infectadas por el virus. Hay personas muertas. Y hay personas que se han recuperado. Y, una vez que se han recuperado, es más difícil que sean reinfectadas. De modo que se llega a un punto en el que el número de muertos es alto, el número de recuperados es alto y el número de infectados puede ser todavía alto, pero el número de personas susceptibles puede ser relativamente bajo y estar disperso. En ese momento, el virus que se encuentra en los infectados no tiene oportunidades de contactar con los susceptibles.
P. ¿Y entonces?
R. En este punto, la pandemia tiende a terminar.
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