En Sudamérica, la cuenca del Amazonas arde. Del
otro lado del mundo, en África central, vastas extensiones de la sabana están
en llamas. Las regiones árticas en Siberia se queman a un ritmo
sin precedentes.

Los incendios ahora son más severos y suceden en lugares en los que rara vez pasaban, como en la tundra de Alaska. Se teme que el cambio climático exacerbe el peligro en otras zonas del planeta.
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30 de agosto de 2019
En Sudamérica, la cuenca del Amazonas arde. Del
otro lado del mundo, en África central, vastas extensiones de la sabana están
en llamas. Las regiones árticas en Siberia se queman a un ritmo
sin precedentes.
Aunque los
incendios en Brasil se han convertido en una crisis internacional, son solo
una parte de los muchos que suceden alrededor del mundo. Su mayor severidad y
dispersión a lugares donde antes rara vez había incendios provoca temor de que
el cambio climático esté exacerbando el peligro.
Las temperaturas más calientes y condiciones más
secas “van a seguir coadyuvando al potencial de un incendio”, dijo John
Abatzoglou, profesor adjunto del Departamento de Geología en la Universidad de
Idaho, al describir el riesgo de que haya “incendios grandes e incontrolables
en todo el mundo”, si continúan las tendencias del calentamiento.
Los
incendios forestales contribuyen al cambio climático no solo porque liberan en
la atmósfera dióxido de carbono, uno de los principales gases de efecto
invernadero, sino también porque matan árboles y vegetación, los cuales
eliminan del aire las emisiones responsables de alterar el clima.
¿Qué está pasando en el mundo?
En este año
se ha visto un incremento drástico en los incendios forestales de algunas
regiones árticas que tradicionalmente no solían quemarse.
Desde julio,
los incendios han reducido a cenizas aproximadamente 2,5 millones de hectáreas
de bosques siberianos, una extensión comparable a la del estado de Vermont. En
Alaska, los incendios han consumido más de un millón de hectáreas de tundra y
bosques nevosos, lo cual ha hecho que algunos investigadores digan que la
combinación del cambio climático y los incendios forestales podría alterar de
manera permanente los bosques de la región.
El Ártico se está calentando dos veces más rápido
que el resto del planeta y, algunas investigaciones han revelado que, a medida
que se calienta, “también se espera que haya más relámpagos”, afirmó
Abatzoglou. Y, en áreas remotas, los relámpagos son una causa importante de
incendios.
Puesto que los incendios están surgiendo en lugares
donde antes eran inusuales, según advierten algunos investigadores, estos
amenazan con contribuir a un círculo vicioso en el que los incendios forestales
posiblemente aceleren el cambio climático al añadir a la atmósfera importantes
cantidades de dióxido de carbono, un potente gas de efecto invernadero.
Y a pesar de
que se suele describir a la Amazonía como el Pulmón del Mundo, aludiendo a la
capacidad de este bosque de producir oxígeno y almacenar dióxido de carbono,
otros bosques como los de Siberia son tan importantes para el sistema
climatológico del mundo como los bosques tropicales.
Una de las
razones por las que los incendios en los bosques árticos son especialmente
preocupantes es que, además de que se queman árboles y pastizales, también se
incendia la turba, un material orgánico parecido a la tierra que está en el
suelo y que, por ser rico en carbono, al quemarse emite mucho más dióxido de
carbono que los árboles por cada hectárea que se consume. Antes, los incendios
de turba en climas septentrionales eran raros porque había más humedad, la cual
ahora está desapareciendo a medida que la región se hace más cálida y seca.
Por
cuestiones geográficas, económicas, políticas y climatológicas, no hay una
manera sencilla de categorizar los incendios forestales, cada uno es distinto y
puede presentar una mezcla de causas de fondo.
“Tenemos los
incendios intencionales que se generan debido a la preparación de tierras para
el cultivo. Tenemos incendios que están sucediendo en áreas remotas que
posiblemente no habría, al menos a este grado, de no ser por el cambio
climático”, dijo Abatzoglou.
En distintas
partes del mundo, estas fuerzas interactúan de maneras sorprendentemente
diferentes.
Indondesia y la Amazonía: incendios provocados
La crisis en
la Amazonía es un ejemplo de fuegos que se prenden de manera deliberada, a fin
de desmontar tierras que se usan para cultivar o para que el ganado paste. En
el caso de Brasil, la razón es la demanda mundial de soya y ganado vacuno,
sobre todo desde que China se ha vuelto más rica y más gente puede comprar
carne.
Entre 2004 y
2012, la deforestación en la región había disminuido, pero eso cambió en 2013.
Los informes iniciales sugieren que los incendios
de este año, que coinciden con la temporada seca de la Amazonía, posiblemente
empeoren en parte debido a que la guerra comercial de Estados Unidos con China,
uno de los mayores compradores de soya en el mundo, ha obligado a Pekín a
encontrar nuevos proveedores para remplazar a los productores estadounidenses.
De cualquier manera, “aún no sabemos qué porción del área se ha incendiado”,
advirtió Laura C. Schneider, profesora adjunta del Departamento de Geografía de
la Universidad de Rutgers.
Las
comunidades indígenas en la Amazonía han usado fuego en la selva durante
generaciones, aunque suelen cultivar áreas mucho más pequeñas, plantar una
cierta diversidad de cultivos y cambiar de parcelas después de unos años para
que la selva pueda volver a crecer.
“Es
importante mencionar que son capaces de controlar esos incendios. Reitero,
ahora lo inusual es que este fuego se ha salido un poco de control”, explicó
Schneider sobre las prácticas de las comunidades indígenas.
Eso es
diferente a lo que actualmente está sucediendo en la Amazonía, donde, debido a
que la agricultura en la actualidad está más industrializada, las tierras
deforestadas suelen quedarse preparadas para el cultivo de manera permanente.
Sin embargo, de cualquier manera, a veces se prende fuego: con frecuencia los
agricultores desmontan un campo para nuevos cultivos quemando el rastrojo de
los cultivos anteriores, lo cual explica muchos de los incendios actuales.
En el sureste asiático se está dando un patrón
similar, pues el 71 por ciento de las turberas (un tipo de humedal) se han
perdido en Sumatra, Borneo y Malasia peninsular entre 1990 y 2015. En muchos casos
los bosques fueron remplazados por plantaciones para producir aceite de palma,
uno de los cultivos más importantes de la región que se usa en una variedad de
productos, desde galletas hasta colonia.
En 2015, el
esmog y la bruma del fuego en las turberas fueron tan severos que es probable
que hayan ocasionado la muerte de cien mil personas, de acuerdo con un estudio
publicado al año siguiente. A raíz de la bruma de aquel año, el gobierno adoptó
una serie de medidas para reducir el número de incendios, pero este año, la
bruma ha regresado.
El Ártico: una nueva fosforera
Aunque ambos
involucran la quema de turba, los incendios en Indonesia son bastante
diferentes de lo que están sucediendo en las zonas septentrionales del mundo,
como el Ártico. A mediados de este año, se desataron incendios forestales en
toda la región, incluyendo Alaska, Groenlandia y Siberia, en lugares que no
solían incendiarse.
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Siberia se descongela |
El fuego se enciende a causa de las temperaturas
más altas que secan las plantas y las hace más inflamables. Muchos
investigadores dicen que el calor es una señal del cambio climático en una
región que se ha calentado con mayor rapidez que el resto del mundo. Por
ejemplo, a mediados de este año partes de Alaska batieron récords: Anchorage
alcanzó la temperatura histórica de 32 grados Celsius el 4 de julio, cuando la
temperatura promedio para esa fecha es de 23 grados.
Conforme se
propagan estos fuegos, también se extienden sus emisiones de dióxido de
carbono, las cuales han alcanzado sus niveles más altos desde que en 2003 se
empezó a llevar un registro con satélites.
Tan solo durante los primeros dieciocho días de
agosto, los incendios en el Ártico han emitido 42 megatoneladas de dióxido de
carbono. Eso hizo que el total para junio, julio y la primera mitad de agosto fuera de más de 180 megatoneladas, más o
menos tres veces y media más de lo que Suecia emite en un año.
Los incendios no solo se consideran una señal del
cambio climático, sino que también pueden exacerbar el calentamiento global
debido al hollín que se produce con la quema de turba, que es rica en carbón.
Cuando el hollín se asienta en los glaciares cercanos, el hielo absorbe la
energía del sol en lugar de reflejarla, lo cual acelera el derretimiento del
glaciar.
California y África: el ciclo estacional de los
incendios
Si bien los
incendios que han golpeado el Ártico son inusuales, no todos son tan
inesperados. En algunos lugares, hay un ciclo estacional de incendios que
desempeña un papel importante en el ecosistema.
Un ejemplo
es el oeste estadounidense.
Es cierto a
nivel global que los humanos provocan la mayoría de los incendios, ya sea de
manera accidental al dejar caer un cigarrillo, o con fogatas, o de manera
intencional para preparar tierras para cultivo. Sin embargo, una razón por la
que lugares como California al parecer tienen incendios todos los años es
porque este estado, junto con gran parte del oeste y suroeste de Estados
Unidos, es lo que los investigadores llaman ecosistemas adaptados al fuego.
En otras
palabras, algunas zonas han evolucionado con el tiempo no solo para tolerar el
fuego, sino para además necesitarlo. Por ejemplo, el pinus
contorta, un árbol perennifolio común en el oeste de
Estados Unidos, necesita del calor para liberar sus semillas.
Existe un
patrón similar en algunos de los incendios de África subsahariana que han
atraído la atención del mundo últimamente. De acuerdo con Abatzoglou, los
ecosistemas de la sabana justo al norte y al sur de los bosques tropicales de
África se incendian de manera predecible cada dos o tres años.
“En realidad este es el ecosistema con mayor
proclividad a incendiarse en el mundo. Es la combinación justa de estar lo
suficientemente mojado para tener la cantidad justa de combustible y
suficientemente seco para quemarse, además hay bastantes relámpagos”.
Aun así, el
cambio climático puede tener efectos drásticos en los incendios forestales, incluso
en estas partes del mundo. Por ejemplo, un conjunto de investigaciones publicadas
este año indican que los incendios de California son un 500 por ciento más
grandes de lo que serían sin el cambio climático provocado por el hombre.
Kendra
Pierre-Louis es una reportera de medioambiente. Antes de unirse a The New York
Times en 2017, cubrió ciencia y ambiente para Popular Science. @kendrawrites
Kendra Pierre-Louis is a reporter on the climate
team. Before joining The Times in 2017, she covered science and the environment
for Popular Science. @kendrawrites